La palabra “espíritu” se refiere sin duda a una especie de demanda o petición de un cierto tipo de comportamiento que la vida económica de una sociedad hace a sus miembros, también el espíritu es una solicitación o requerimiento ético emanado de la economía.
El “espíritu del capitalismo” consiste así en la demanda o petición que hace la vida practica moderna, centrada en torno a la organización capitalista de la producción de la riqueza social, de un tipo especial de comportamiento humano.
Se puede hablar de un “grado cero” de la identidad concreta del ser humano moderno, que consistiría en la pura funcionalidad ética o civilizatoria que los individuos demuestran tener respecto de la reproducción de la riqueza como un proceso de acumulación del capital, la entidad humana moderna consiste en el conjunto de características que constituyen a un tipo de ser humano que se ha constituido para satisfacer e interiorizar plenamente el solicita miento que viene del “espíritu del capitalismo”
Pero el grado cero de la identidad individual moderna es en verdad un grado insostenible, evanescente, que la historia cede su lugar enseguida a un grado primordial.
Ahora bien, en lo que concierne a estas reflexiones, es de observar que la identidad nacional moderna, cualquiera que sea, incluso la de estados de población no-blanca requiere la blanquitud de sus miembros.
El rasgo identitario-civilizatorio que queremos entender por blanquitud se consolida, en la historia real, de manera casual o arbitraria sobre la base de la apariencia étnica de la población europea noroccidental, sobre la base de la apariencia étnica de la población europea noroccidental, sobre el trasfondo de una blancura racial
Puede decirse, entonces que un racismo identitario, promotor de la blanquitud civilizatoria, que no de la blancura étnica, es decir, un racismo tolerante, dispuesto a aceptar (condicionalmente) un buen número de rasgos raciales y “culturales”, “ajenos” o extranjeros, es constitutivo del tipo de ser humano moderno-capitalista.
Los negros, los orientales o los latinos que dan muestra de “buen comportamiento” en términos de la modernidad capitalista norteamericana pasan a participar de la blanquitud.
Me refiero, por ejemplo, a aquellos negros norteamericanos que en los sesenta recibían al apodo de oncle-toms, a quienes hoy su blanquitud a toda prueba les ha permitido triunfar, lo mismo en la política que en los negocios y en el mundo de los espectáculos.
El ejemplo pragmático de la posibilidad de esta regresión se encuentra en la historia de la sociedad alemana: en la refundación catastrófica del estado alemán como estado nacional-socialista. El racismo de esta blanquitud fue sustituido entonces por un racismo exaltado de la blancura.
La contrarrevolución política del movimiento nazi tuvo su equivalente en la contrarrevolución formal del arte que se integro en el. Lo mismo que el nazismo significo para la revolución europea su arte significo par la exploración formal de las vanguardias del “arte moderno”.
El arte que afirma su pertenecía al nacional socialismo pretende des encubrir y enfatizar las virtudes y gracias de la blancura aria, presentando la consistencia biológica de esta como la condición indispensable de una blanquitud genuina reconquistada y como la marca inequívoca de una oración “regeneradora” de la modernidad. Sin embargo, lo único que logra con sus figuras economiasticas de la blancura aria es descubrir o poner de manifiesto el heroísmo suicida cuya necesidad profunda esta implícita en la asunción de la blanquitud.
El racismo normal de la modernidad capitalista es un racismo de la blanquitud. Lo es, porque el tipo de ser humano que requiere la organización capitalista de la economía se caracteriza por la disposición a someterse a un hecho determinante: que la lógica de la acumulación del capital domine sobre la lógica de la vida humana concreta y le imponga día a día la necesidad de auto sacrificarse, disposición que solo puede estar garantizada por la ética encarnada en la blanquitud. Mientras prevalezcan esta organización y este tipo de ser humano, el racismo será una condición indispensable de la “vida civilizada”
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